sábado, 23 de febrero de 2013

Mentiras y gordas

Somos lo que no soportamos ver en los demás.
Esto es así, nos gusta mentirnos, y esto no es una excepción en las relaciones sentimentales. Por eso buscamos una pareja que tape los agujeros de nuestra cabeza, que supla lo que no somos, de la misma manera que podamos suplir lo que en su cabeza pueden ser fallas.
Esas piezas no siempre casan y mucha gente quizá no piense en ello como una ciencia exacta, un si o si, una verdad absoluta, pero la verdad es que buscamos un ideal, no una mujer que nos complete. El ideal de que esa persona sea realmente útil.

De una manera racional y algo egoísta, se podría decir que la competencia de elegir semejante estupidez recae en nosotros mismos, que es culpa de nuestras elecciones y que buscamos la manera más fácil de sentirnos menos culpables.

Esto no es del todo cierto, pero tampoco creo que sea falso, sin duda.
Buscamos una manera de escaparnos de nosotros mismos, una manera de mentirnos a nosotros y a los demás sobre cuanto y de que manera seremos capaces de sobrevivir. Hablo en un sentido metafórico, está claro. Pero también es cierto que podríamos llegar a confundir esa sensación de desasosiego, de necesidad urgente de tener cerca a alguien, de que esa persona no carece de problemas y no está exenta de soportar tus propias cargas junto a las suyas. Quizás a eso lo llaman amor.

Quizás a eso se refieren cuando suplican "te quiero mucho" y obtienen la misma súplica. Una pérdida de esa magnitud significa abordar de nuevo tus carencias y seguir odiando al mundo de la misma manera que tu odias tus propios defectos en el resto del mundo.

Creo que no hay mejor persona que comprenda lo que significa y entraña una pareja que una persona que no la tiene. Porque quizá nosotros no somos los únicos que pensamos que después de haber escarbado alrededor de la mierda, acabamos por volvernos exigentes.


Lo peor, sin duda alguna es acabar cayendo en la quimera de saber, que no hay nadie lo suficientemente bueno para suplir tus carencias... O dicho de otra manera, aguantar otros problemas que no sean los tuyos. Preferimos aguantar el peso de la mierda de otros que de la mierda propia, y como si fuera una amante enloquecida, nos quemará de sus fotos, de su vida y si puede, de sus recuerdos.

Es triste como según pasan los años, uno decide dedicarse por entero a recuperar aquello que perdió. Como una compañera sentimental atada a tu cintura obligada por ley a aguantar tu propia mierda contigo. Y cada día me convenzo más firmemente, por desgracia, de que cuando pierdes una pieza del puzzle, no vuelves a encontrarla nunca. No hay más piezas iguales. No existe reclamación.


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