Y con los años, lo han extendido a todo.
Lo han extendido a los humanos. A las personas. Ahora vamos de cuarto en cuarto, agobiados por la luz, por los espacios abiertos. Tememos el aire, tememos al cielo, porque no comprendemos su inmensidad y no asimilamos su grandeza.
Añoramos nuestros cubículos y nuestros angostos intereses, movidos por el miedo.
Caminamos patizambos detrás de una costumbre que nos obstruye y nos limita. Caminamos y reptamos por rendijas buscando una salida. Una salida hacia un agujero más pequeño, un lugar en el que sentirnos seguros con nosotros mismos.
¿Por qué nos acurrucamos en una esquina si nos sentimos vulnerables?
Caminamos patizambos detrás de una costumbre que nos obstruye y nos limita. Caminamos y reptamos por rendijas buscando una salida. Una salida hacia un agujero más pequeño, un lugar en el que sentirnos seguros con nosotros mismos.
¿Por qué nos acurrucamos en una esquina si nos sentimos vulnerables?
Porque en la limitación, el control... nos sentimos cada vez más seguros.
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