Su inflamable poder conlleva a la absoluta mentira. Ni siquiera los mejores mentirosos son capaces de mantener una luenga y prolongada farsa.
Ni siquiera el ardid mejor urdido y más sencillo es simple de cargar.
La fealdad del caparazón que definitivamente resbaló de su rostro asustó a pequeños y mayores, a hombres libres y a exclavos... Su mirada pasó a convertirse en una sanguijuela hambrienta llena de lujuria y desesperación.
Y mientras sus fríos dedos rasgaban su redonda cara, mientras su impaciencia no hacía más que hundirle en la ciénaga más profunda, sucia y podrida, resplandecía mientras reía.
"He ganado", decía "He ganado y tu no has sido más que basura"
La indiferencia con la que aceptaba su siguiente comida destituía simplemente el poder que dominaba su carácter, y mientras derretía su autoestima, su mente iba debilitándose, moría.
Lentamente, con cada bocanada de aire, sus pulmones fueron veneno, su corazón malicia y su cabeza espinas.
En un grito desgarrador de auxilio impotente y autodestructivo se iba convirtiendo en quien realmente era. Su verdadera máscara estaba siendo despegada junto a la carne, de sus huesos.
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