jueves, 6 de febrero de 2014

#20 Discusiones

No es habitual tener conversaciones profundas.

Discutimos mucho en nuestros tiempos, pero esas discusiones pueden parecer irrelevantes. Si nuestras disidencias pasan por cuales son tus colores favoritos o cual es el mejor equipo de baloncesto, no obstante no obtendremos otro placer que argumentar por argumentar sin fundamentos ni razones que la propia subjetividad.
Porque en definitiva, quien sea de un equipo lo defenderá igualmente aunque sean unos mancos y a quién le guste la ropa de color rojo le importará una mierda que el morado o verde esté de moda.

Sin embargo, estas superfluas discusiones nos muestran un arte asentado en la naturaleza humana desde sus orígenes.
El ser humano gusta de defender sus ideas, argumentar a su favor y sentir la libertad de sentirse poseedor y dueño de lo que piensa.

Hoy por hoy este arte está en desuso, más por un uso totalmente inadecuado y superficial que por una sobreexplotación del mismo.
Donde cada individuo piensa en sus palabras como simples armas arrojadizas con las que, diciendo muy poco, quieren valerse para aparentar decir mucho más y dejan caer de soslayo una impoluta base de pura ignorancia.

Los antiguos filósofos griegos también discutían de pequeñeces (Aristófanes, coloca en tono de broma las discusiones filosóficas de la época sofista pero termina interpelando al público que no se discuta sobre la justicia y la injusticia porque todos somos injustos y ninguno está en derecho de pregonar qué es la justicia). Las pequeñeces podían transformarse en grandes discusiones e intentar cambiar el mundo aún desde la risa.

Quizá podamos pensar otros espacios, otros tiempos y otras maneras más humanas de ver al ser humano y lo que le rodea.
Hoy por hoy, seguimos siendo como monos.


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