No existes. No hablas.
Simple y llanamente tu presencia evoca las más profundas indiferencias y desazones entre aquellos que rodean su propia burbuja con su ego, con su suficiencia y su superioridad.
Su capacidad de juzgar, su poder.
Tras demasiado tiempo tu interés decrece y tu pasividad aumenta. Tu preocupación se encoje frente a las oleadas de ira que te envuelve.
Pero ¿qué diferencia puede hacer un solo hombre?
La sociedad se engaña mientras piensa sobre todo aquello que decían imposible, justo, suerte... Sabes que nadie quiere admitir una mentira tan arraigada.
Pero sabes que nadie obtendrá justicia, nadie tendra suerte y nadie podrá hacer lo imposible.
Cada uno se trabaja su propia suerte, erige su propias capacidades y juzga sus propias acciones.
Pero eso a nadie le importa.
Porque tu, como indivíduo, no tienes el poder de servirte a tí mismo, sólo tienes la habilidad de servir a otros.
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