En mi agónica autocomplacencia, en mi depresivo límite.
En mi eterna agonía y mi desdicha nostalgia.
En ellas sufrí, en ellas amé, por ellas viví y sin ellas nunca desapareceré.
Comodidad encuentro en su lodo, ahogar mi propio ego con mis manos.
En cada rostro, cada ojo, cada caricia y recuerdo, cada breve oportunidad.
Obsesión tras mi cruz, sin tiempo para maltratar mi fe, perdiendo la luz
.
No hay prejuicios, no hay trucos, solo llantos, dolor.
Cuando la marea se nos lleve, no recordaremos nuestra verdad.
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