Llevaba una blusa violeta, sin estampados, que le dejaba sus delicados hombros al descubierto, y el largo cabello dorado, cayendo sobre ellos derramándose como una cascada de bucles resplandecientes.
Delgada, con sus caderas contoneándose grácilmente a cada paso dado, con sus piernas, perfectamente torneadas, caminando con decisión, provocando admiradas miradas a su paso.
Su busto, obligado a alabarlo, modelado con la sutilidad de una voluptuosa diosa, que se asomó a su balcón una noche de luna llena para dotarlo de su luminosidad y tersura.
Es una escultura a la perfecta belleza hecha por el escultor de manos más finas, acomodadas a la sutileza de los detalles.
Lo único que delata que su presencia no es algo humano, que es producto de una mente febril y jactanciosa, son sus ojos. Ojos color miel, grandes y expresivos, curiosos, que se clavan como brasas y te sumen en una parálisis total, sin poder dejar de navegar en sus profundos y cálidos pozos aúreos de misterio.
Su nariz respingona habla de la insolencia propia de la juventud. Y sus labios carnosos, suaves y perfectos te susurran silenciosas promesas ardientes.
Sólo fue una mirada, apenas eso fue.
Una mirada cruzada y en sus ojos impenetrables desapareces, te pierdes en sus labios... Cuando regresas a este plano tras vagar por sus pestañas, boqueas por un soplo de oxígeno. Pierdes la capacidad del habla, el aire de tus pulmones abandona su cometido y el espacio que te rodea se distorsiona.
Por desgracia, los cuentos contienen demasiadas mentiras.
Me encanta, sin más detalles, me ha impresionado totalmente la descripción. Te mereces aplausos y silbidos de admiración.
ResponderEliminarThx! n__n
ResponderEliminarEste texto en concreto tiene 5 años... mas o menos...