lunes, 17 de diciembre de 2012

Hablando de barcos...

La sociedad nos ignora. 
La sociedad nos repudia. 
La sociedad nos desplaza. 


En el mundo en el que vivimos, más vale ser triunfador. El entorno nos ha hecho orgullosos, temerosos de nosotros mismos, de la misma gente que nos acompaña en el metro día a día. Temerosos de su éxito. Temerosos de su fracaso. Nos hace ignorarles, nos hace desplazarles, nos hace incluso odiarles. Hace que el ser humano se comporte en compañía como el perfecto animal que es; colectivamente anónimo. 

Nos ponemos una máscara y fingimos: pensamos y deseamos que los problemas de los demás, la situación de los demás... su destino, no nos importe. 
Que el ritmo de sus vidas y el nuestro no se toquen nunca. Que nos dejen disfrutar del silencio, del traqueteo, de la ignominia de nuestras diminutas vidas. Pasar desapercibido para todos. Que no te molesten.

Por eso cuando no habla nadie en el metro... Es tan normal. Es silenciosamente perfecto. Como debe ser. Y por eso, cuando aparece alguien pidiendo dinero, vendiendo algo... Se hace ese silencio tan incómodo...
Como pretendiendo sentirnos culpables por la situación de esa persona. Pasando una vergüenza ajena frente al resto de la sociedad que sisea entre el mismo sentimiento. Que un desconocido te hable no es tan desagradable como cuando otras personas observan cuales son las reacciones de los demás.

No solo ocurre con la palabra, también con la música ocurre. Un arte, que ha sido hecho para disfrutar, para regalar, para divertir... Se convierte fácilmente en una sorpresa desagradable para muchos de los ocupantes: Se cambian de vagón, se mueven de sitio, tuercen la boca... 
Es tan socialmente extraño que alguien comparta algo de arte, de forma real, y que pida algo de calderilla... Que nos molesta.


Nos molesta que nos pidan nada.
Nos molesta que nos ofrezcan.
Nos molesta que nos hablen.


Esto es lo que ha hecho la sociedad de nosotros: animales con instinto de autoconservación. Un animal temeroso, cobarde, que no presta ayuda, que muerde a quien esté por debajo, que repudia y odia todo lo que le hace recordar que es lo que desea. Que no dice, pero piensa. 

Pero ¿qué os voy a contar? Todo esto ya lo conocéis...

Cada individuo anda perdido en su propia estación.

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