viernes, 24 de mayo de 2013

Posesión

Cada palabra que salía de su boca hacía que se encogiera cada vez más. Al cabo de unos minutos, no quedaba nada de su antiguo yo. Los comentarios que soportaba cada día, cada palabra, cada mirada y cada gesto le conducían inevitablemente al rechazo total, al exilio de aquel círculo.
Odiaba cada parte de aquel lugar, aquella sub-sociedad enfocada que ordenaba y registraba cada cambio de humor, cada sonrisa, cada llanto. No le gustaba la actitud de superior franqueza que, de ser así, denotaba una inferioridad tan latente como absurda. Pero lo que más odiaba de aquel lugar, era ser parte de el.

Se apartó de todo eso, enfriándose cada vez más su relación con ellos. Nadie lo echó en falta ni preguntó por su ausencia. Pero no es suficiente. Nunca será suficiente.
Acabo destruyendo paso a paso cada recuerdo que lo ataba con esas cadenas lúgubres y llenas de códigos de barras, de pantallas brillantes y chat de móvil. De folios enfundados en plástico, de entregas urgentes. Cada prueba y enlace que destruía sentía volver a sí mismo una parte de su integridad, con cada liberación sentía que su vida le pertenecía a sí mismo y no a otros.

Una decadente prueba de nivel sociocultural y de indiferencia.

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