domingo, 30 de diciembre de 2012

Mitos

Siempre deseamos que nos aconsejen sobre todas las malas decisiones que tomamos en nuestras vidas. O sobre las buenas decisiones.
El caso es que siempre buscamos la aprobación de terceras personas para sentirnos menos culpables o más vicoriosos después de hacer lo que sea que hayamos hecho.

Da igual que hayas metido la pata hasta el fondo con alguien a quien quieres.
O que hayas conseguido un logro personal que desearías que se repitiera.
Da igual cuanto tiempo llevaras persiguiendo cualquier objetivo, porque siempre, y cuando digo siempre, quiero decir siempre, van a echarse a perder.

No puedes juzgarte eternamente por las decisiones que has tomado, y debes convivir con ellas, quieras o no. Pero por desgracia, no ocurre así.

Quien estaba en lo más alto para ti, cae a plomo contra el suelo. Lo dota de una cierta humanidad, lo llena de defectos a los que la considerabas ajena. Y entonces es cuando se te rompe toda la magia. Se desmorona y te das cuenta de que es lo que hay debajo.
Y sabes que es lo que tienes que hacer... pero no quieres seguir comportándote de la misma manera, porque... aunque sigas sintiendo lo mismo... no vas a poder tratarla de la misma manera. Porque ha caído a un abismo que creías que la gente inteligente evitaba si tenía dos dedos de frente.

Es curioso cuando se te cae un mito. Aunque no puedas dejar de adorarlo, ya no le ves con los mismos ojos. Lo ves como al resto, impregnado de los sucios defectos más rastreros que hoy en día están tan de moda. Es triste para ti, pero lo peor de todo, es ver como esa persona se empapa de conformidad con ello y pretende disfrutar. Te sientes incapaz de defenderla en tu cabeza. Cuando tu mente la acusa por un lado de algo, no puedes hacer menos que quedarte en blanco, corroborando silenciosamente lo que la acusación ha dicho.


jueves, 27 de diciembre de 2012

diaries...

Las gotas resbalaban poco a poco, dejando pequeñas perlas plateadas, limpiando su piel, rasgando la capa de mentira y autocompasión que mantenía alzada las 24 horas. Acurrucado bajo la lluvia incesante, violenta e imparable de la alcachofa de ducha, sentado y agarrado a sus rodillas, parecía más cansado que nunca. Ciertamente, lo estaba. Sentía todos y cada uno de los años de vida que habían pasado sobre el como si la constante presión del agua le hundiera los hombros cada vez más, envejeciera su rostro, apagara sus ojos y agarrotara sus músculos... Como si le quisiera hacer comprender que su máximo rendimiento había sido otorgado y era la hora de rendirse para siempre.

Los arañazos de las gotas al impactar contra su espalda le comenzaba a causar un picor incómodo, pero no lo sentía. Se concentraba y trataba por todos los medios que sus manos dejaran de temblar, aún cuando la temperatura formaba nubes de vapor a su alrededor, que se adherían a los cristales y a las paredes, dejando una fina capa opaca y blanquecina sobre ellas. No controlaba el temblor de sus muñecas, temblaba como un niño, sin sollozar, sin llorar, sin gritar. Sólo una máscara de impasibilidad, inexpresiva y agotada reinaba en su rostro, mientras empapado observaba como de sus dedos se desprendían las tímidas gotas lentamente y caían, se unían a un torrente mayor y se las llevaba el desagüe y no volvían a aparecer... 
Hubiera dado todo lo que tenía en aquel momento por poder llorar de la misma manera... Que el agua se fundiera con sus amargas y saladas lágrimas, y con su vergüenza fueran arrastradas para no volver a verlos nunca más.
Para no volver a despertarse cada mañana con la certeza de que tendría que acostarse... Y tendría que convencerse para hacerlo sintiéndose menos culpable consigo mismo. Levantarse de nuevo y odiarse cada día.

Deseaba quedarse allí dentro, acunado por el retumbar del agua en su cabeza, olvidarse de todo. Allí no había problemas, los estaba expiando. No había tiempo, no había horas... Había soledad. Siempre la había habido. Frotar cada centímetro de su piel para limpiar su alma, su corazón, su cerebro, raspar con el estropajo de cerdas hasta hacerse daño, la piel rosada por la presión y no conseguir limpiar su vergüenza. Su desprecio hacia sí mismo sólo es comparable con el desprecio que siente hacia su vida y hacia la mayoría de seres humanos.
Siente frío, tiene los huesos helados, los músculos agarrotados, el cerebro embotado, pero nunca pensó más claramente. No quería más de eso.

No quería seguir viviendo envuelto en el desprecio. Envuelto en las múltiples máscaras de deseos sobre su vida, en una persona diferente cada vez, sin poder ni fuerza para levantarse y gritar basta. En caer derrotado cada día sobre la cama y tratar de contener las lágrimas. En fingir que todo va bien. Que es su decisión. En tratar por todos los medios no volverse loco.

Deseaba, por una vez, ser feliz. Volar lejos. Olvidarse de sí mismo. Deseaba abandonar su cuerpo, su vida miserable y su propia vergüenza. Deseaba perderse entre la nada y esperar que nunca volvieran las horas atrás... Que no recordara nunca más el pasado, para no llorar nunca más por el. 
Deseaba la muerte.

¿No es por necesidad?

Es sencillo creer que estás haciendo algo mal mientras piensas que tiene una razón lógica y razonada. Que lo haces de manera inconsciente, que necesitas intentar que de alguna manera funcione, que lo necesitas, aunque para ello tengas que arrastrar tu benevolencia y tu integridad contigo.


De hecho, es imperativo.



miércoles, 26 de diciembre de 2012

Ascension to the Abyss

Nunca se marchará del todo. No desaparecerá.
No acabará en un arcón, bajo finas mantas y sedas, montones de deshechos de otras eras. De reliquias viejas que nunca te pertenecieron, que no recuerdas. Legados de otra generación... Más antigua, más propensa a la ingenuidad...
Es una joya preciosa que quiere ser guardada en un lugar privilegiado. Donde puedas admirarla. Donde puedas observarla y recordar cuanto pasó desde aquellos tiempos. Cómo ocurrió.
Donde puedas sacar brillo con la mirada su perfil, su pulcra superficie, deseando que nunca pierda el lustro, donde permanecerá siempre reluciente en tu memoria... mientras se cubre de capas y capas de polvo, de herrumbe y comienza a desmoronarse con el paso del tiempo.
Aquella joya que otrora relucía como el sol ahora es sólo un cascarón destruido que deja su interior vacuo, lleno de soledad, al descubierto. Aquello que parecía pesar como el plomo está hueco.
      No será ningún legado para nadie más que para aquel que conozca su historia.
Será tu orgullo y tu prisión. Tu defecto y tu mayor perfección. Tu cima y tu pozo.

Alzarás el estandarte de tu derrota mientras lloras amargamente por ella. No podrás sustituirla, pero podrás luchar por ella. Por su integridad. Por su bienestar, por su conservación, no sólo en tu alma y en tu corazón, sino en el de todos aquellos que son dignos de contemplarla.
Así nace un guerrero. Alguien dispuesto a sacrificar todo por algo que ya no es más que una idea. Por una fe inquebrantable en que algún día se restituirá aquello que fuera íntegro... Por defenderlo con su vida. Inflexible y correcto, estricto, altivo, justo y poderoso.
Su fuerza marcada por su fe.
Su debilidad señalada por su misma fe.

Vistes la seña de derrota que con tanto pesar levantabas en tu nombre como señal de redención. Sustituyes tus tesoros por la afilada y fría hoja de una espada, bendecida por el mismo poder que te hizo caer en desgracia, aquel que te da fuerzas para seguir luchando, para vivir un día más.

La causa que puede alzar a un hombre más alto de lo que nunca llegó ningún otro es normalmente la misma que lo precipita al oscuro vacío del olvido...
No todo el mundo puede soportar la carga de llevar sobre tus hombros semejante precio.

Caerás en una espiral de dolor, de soledad, despreciando todo aquello que antes respetabas. Preguntándote una y otra vez el por que de tu decisión. Roto de dolor y lleno de frustración desapareces entre la niebla mientras los jirones densos y oscuros te abrazan y te engullen poco a poco, llamándote... La oscuridad abre las puertas de tu mente... y en la oscuridad te muestran el significado de tu decisión, te muestran la luz carmesí... Te empujan hacia ella y caes...
Caes entre nubes como finas tiras de pergamino, el viento golpeándote la cara, en un cielo oscuro...
Empuñando una nueva arma, surcando los cielos, mientras ruges de rabia e impotencia cada vez más violentamente.
Te precipitas sobre un mar de arena que te engulle con la mirada mientras se hace más y más amplio, te da la bienvenida con su rojizo color y te introduce en su interior frío y sangrante.

Mientras te quemas, entre la asfixiante y fría arena, encharcas tus pulmones, tu corazón henchido de sangre bombea dolor y los ojos arden a la fría luz de un amanecer teñido de rojo, bautizando a un nuevo guerrero. 
Libre de creencias. Libre de obligaciones.
Libre del hombre. Dispuesto a disfrutar con la batalla, a tornar la arena que lo vio nacer espesa con la sangre de los hombres. A empuñar el martillo de su justicia y enmendar su propio error.


viernes, 21 de diciembre de 2012

Arena

Silencioso, suave, meloso, cauto, tranquilo, disperso, resuelto, sencillo, devoto, astuto, callado, alegre, depresivo, sincero, jovial, responsable, despierto, eficaz, directo, ligero, amante, pasional, romántico, infantil...



No existen apelativos suficientes para conseguir al hombre perfecto... 
Afectuoso, respetuoso... son sólo algunas de las cualidades por las que son elegidos, según ellas, los jugadores para compartir un camino de risas y lágrimas con cada una.

Quizá parezca demencial la forma en la que el ser humano necesita catalogar a todos y cada uno de ellos para intentar entender de que forma y en que medida serían capaces de encajar ambas piezas y elegir, curiosamente... Las que no encajan nunca.

Sinceramente, comprendo y entiendo, que tipos de patrones queréis encontrar en aquel mal llamado "hombre de vuestros sueños", pero creo que para hacer un patrón, la lógica induce a pensar que quizá, y sólo quizá, deberían de intentar encontrarlo, y no, en lugares y momentos, hacerse las desvalidas y fingir sorpresa de algun tipo, al llegar y llorar por una ganancia a largo plazo.

Esto es, simplemente, que las mujeres sois idiotas.

No queréis un hombre que os cuide, que os tenga en cuenta, que os libere, que os pregunte... Tan sólo buscáis alguien a quien agarraros a la deriva, hasta que os lleve a hundiros y acabéis chapoteando en la superficie. No aprendéis a nadar. No os interesa buscar una orilla, un madero más grande. Queréis algo que no tiene futuro, algo que no dura, algo que no os sirve. Tenéis algo que no tiene futuro, que no dura, que no os sirve.
Pensáis que es definitivo, mientras el agua entra por vuestros oídos, y os encharca los pulmones poco a poco.
Es tan detestable que se define con una sola palabra: Idiotas.



Buscáis algo totalmente opuesto. Queréis sentiros únicas, porque de ninguna otra manera podríais sentiros plenamente libres e independientes, y fingís que la cosas va bien mientras la madera llena de gusanos y termitas roen y pudren.
Queréis pensar que si lográis algún tipo de cambio en ese espécimen, estaréis completas, así entendéis que el lo ha hecho por vosotras y vuestro afecto está justificado.

Una mentira, una falsa imagen, una ilusión de perfección imperfecta porque os han enseñado que no existe, que hay que modelar un bloque de piedra para que parezca cristal. Que el trabajo duro trae premios. Que no se puede hacer más que con otro material. Que no podéis soplar vidrio, que tenéis que sobrecargar una piedra eléctricamente hasta hacerla brillar.


No comprendéis que la similitud es perfecta, y que no se debe tocar. Que una piedra nunca se convertirá en cristal. Que si lo consigues no es un logro, es una mentira, es un tiempo desperdiciado.

No comprendéis que no sentís afecto de no ser lo que son.

Preguntaos; "¿que sería vuestro si no fuera vuestra pareja?"
"¿Os conoceríais de algo? ¿Os habría llamado la atención en algo?"
La respuesta suele ser "NO", o "NADA".


Dejad de hacer cábalas con clavos y haced honor a lo que realmente buscáis. Y si no es así, tened el valor de no reclamar algo que no os esforzáis en querer siquiera.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

¿Y tú que miras?

Sueños lujuriosos invaden la mente en los momentos menos apropiados. Escenas tras escenas de coraje e impotencia, con los ojos vendados, mientras no observas nada. Suspiros ahogados. Respiraciones jadeantes. El frío contacto del hielo sobre la tersa y tensa piel turgente desnuda... Un camino acuoso, abriéndose paso en el seno de dos colinas, como una carretera sinuosa, rápida, estremecedora...
Ahora el calor del colchón recoge los sueños y desaires de un hermano loco, y lejos a través de él, sin retorno, se los llevará.


Soy la fe en tus sueños hecho realidad, un perro que te sigue sin cesar.
La confianza en perseguir que valga la pena vivir.
Vengo a guiarte a tu soledad.


lunes, 17 de diciembre de 2012

Hablando de barcos...

La sociedad nos ignora. 
La sociedad nos repudia. 
La sociedad nos desplaza. 


En el mundo en el que vivimos, más vale ser triunfador. El entorno nos ha hecho orgullosos, temerosos de nosotros mismos, de la misma gente que nos acompaña en el metro día a día. Temerosos de su éxito. Temerosos de su fracaso. Nos hace ignorarles, nos hace desplazarles, nos hace incluso odiarles. Hace que el ser humano se comporte en compañía como el perfecto animal que es; colectivamente anónimo. 

Nos ponemos una máscara y fingimos: pensamos y deseamos que los problemas de los demás, la situación de los demás... su destino, no nos importe. 
Que el ritmo de sus vidas y el nuestro no se toquen nunca. Que nos dejen disfrutar del silencio, del traqueteo, de la ignominia de nuestras diminutas vidas. Pasar desapercibido para todos. Que no te molesten.

Por eso cuando no habla nadie en el metro... Es tan normal. Es silenciosamente perfecto. Como debe ser. Y por eso, cuando aparece alguien pidiendo dinero, vendiendo algo... Se hace ese silencio tan incómodo...
Como pretendiendo sentirnos culpables por la situación de esa persona. Pasando una vergüenza ajena frente al resto de la sociedad que sisea entre el mismo sentimiento. Que un desconocido te hable no es tan desagradable como cuando otras personas observan cuales son las reacciones de los demás.

No solo ocurre con la palabra, también con la música ocurre. Un arte, que ha sido hecho para disfrutar, para regalar, para divertir... Se convierte fácilmente en una sorpresa desagradable para muchos de los ocupantes: Se cambian de vagón, se mueven de sitio, tuercen la boca... 
Es tan socialmente extraño que alguien comparta algo de arte, de forma real, y que pida algo de calderilla... Que nos molesta.


Nos molesta que nos pidan nada.
Nos molesta que nos ofrezcan.
Nos molesta que nos hablen.


Esto es lo que ha hecho la sociedad de nosotros: animales con instinto de autoconservación. Un animal temeroso, cobarde, que no presta ayuda, que muerde a quien esté por debajo, que repudia y odia todo lo que le hace recordar que es lo que desea. Que no dice, pero piensa. 

Pero ¿qué os voy a contar? Todo esto ya lo conocéis...

Cada individuo anda perdido en su propia estación.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Los Hombres Quebrados

Hay muchos tipos de bandidos, igual que hay muchos tipos de pájaros. Tanto el andarríos como el pigargo tienen alas, pero no son lo mismo. A los bardos les gustan las canciones de hombres buenos que se ven forzados a saltarse la ley para combatir a un señor malvado, pero la mayoría de los bandidos se parecen más a ese Perro que al señor del relámpago. Son hombres malvados, instigados por la codicia, amargados por la vida taimada; desprecian a los dioses y solo se preocupan por sí mismos. Los hombres quebrados pueden ser igual de peligrosos, pero también son dignos de compasión. Casi todos son gente sencilla, hombres del pueblo que nunca habían estado a más de media legua de la casa en la que nacieron hasta que un día, un señor cualquiera se los llevó a la guerra. Mal vestidos y mal calzados, marchan tras sus estandartes, a veces sin más armas que una guadaña o una hoz, o una maza que se han hecho ellos mismos atando una piedra a un palo con tiras de cuero. Los hermanos marchan con los hermanos; los hijos, con los padres; los amigos, con los amigos. Han oído las canciones y las anécdotas, así que caminan con el corazón anhelante, soñando con las maravillas que verán, con las riquezas y la gloria que conseguirán. La guerra les parece una gran aventura, la mayor que vivirá la mayoría de ellos.

 Luego prueban el combate.

Algunos se quiebran nada más probarlo. Otros aguantan años, hasta que pierden la cuenta de las batallas en que han intervenido, pero alguien que sobrevive a cien combates puede quebrarse en el ciento uno. Los hermanos ven morir a sus hermanos, los padres pierden a sus hijos, los amigos ven a sus amigos tratar de volver a meterse las tripas después de que los haya rajado un hacha.

Ven caer al señor que los llevó allí y, de repente, otro señor les grita que ahora lo sirven a él. Reciben una herida y, cuando todavía la tienen a medio curar, reciben otra. Nunca tienen comida suficiente; el calzado se les cae a pedazos de tanto caminar; la ropa se les desgarra y se les pudre, y la mitad se caga en los calzones porque ha bebido agua que no era potable.

Si quieren unas botas nuevas, una capa más caliente o, tal vez, un yelmo de hiero oxidado, tienen que quitárselo a un cadáver; no tardan en robar también a los vivos, a los aldeanos en cuyas tierras luchan, a hombres como los que eran antes ellos mismos. Les matan las ovejas y les roban las gallinas, y de ahí a llevarse también a sus hijas solo hay un paso. Y un día miran a su alrededor y se dan cuenta de que todos sus parientes y amigos han desaparecido, de que luchan al lado de desconocidos y bajo un estandarte que ni siquiera identifican. No saben dónde están ni cómo volver a su hogar; el señor por el que luchan no sabe como se llaman, pero ahí está siempre, gritándoles que formen una línea con sus lanzas, sus hoces, sus guadañas, para defender la posición. Y los caballeros caen sobre ellos, hombres sin rostro envueltos en acero, y el retumbar de su ataque parece llenar el mundo...

Y el hombre se quiebra.

Da media vuelta y huye, o se arrastra entre los cadáveres de los caídos, o se escabulle en plena noche y busca un lugar donde esconderse. A esas alturas, los hombres quebrados ya ni piensan en volver a casa. Los reyes, los señores y los dioses les importan menos que un trozo de carne medio podrida que les permita vivir un día más, o un pellejo de vino agrio con el que ahogar sus miedos unas horas. Viven de día en día, de comida en comida; son más animales que humanos. 
En estos tiempos que corren, los viajeros deben cuidarse de los hombres quebrados, y temerlos... Pero también deberían compadecerlos.



Fuente:CDHYF

domingo, 9 de diciembre de 2012

Buonanotte

Son estas las noches que añoran los recuerdos que no fueron concebidos para ser disfrutados.



jueves, 6 de diciembre de 2012

Justice

Quémalo vivo, abrásalo mientras tus palabras lo amordazan, le vetan de verdad y razón, lo encogen como un gusano frente a una llama y cuando lo tengas... 
Aplástalo como el insecto que es.


Devóralo, mastica sus esperanzas, sus sueños, sus aspiraciones, clava los colmillos en su ego, sujétalo, retuércelo y desgarra de sus huesos puros y llenos de barro las tiras de carne entumecida, de una carne roja, dura e inflamada de arrogancia. Haz que salpique su determinación, esparce su valentía por las paredes, escribe con un cincel en su frente que es lo que es, obsérvalo mientras se le escapan litros y litros de culpabilidad, inundando el suelo, mojando tus pies, rebasándolos... 


Clávale en sus ojos la aguja de al acusación, sujétale la lengua con pinzas llenas de resignación y fustígalo con odio caliente, supurante y explosivo. Haz que hierva cada milímetro de su carne mientras siente tu desprecio, que intente gritar tras el puño de verdad que lleva en la boca, que pida auxilio cuando ya no quede defensa, que intente escapar, cuando no posea las piernas de la mentira...

Haz que sangre por 
todos aquellos momentos 
que hizo sangrar...


Haz vergüenza de su orgullo 
y mentiras sus conquistas...

Haz lo imposible por 
vengar cada gota de sudor 
que te hizo derramar.


Haz vibrar el 

reloj de su vida...

Haz que lamente cada segundo 
que pasó a su lado...




Que tiemble tanto que 
no sea capaz de hablar.
Que no queden 
lágrimas que derramar.
Que no haya 
opciones que redimir.



Que su verdugo seas tu... 
Y en la oscura capa de la muerte te envuelvas, para traer paz, desolación, justicia y voluntad con tu presencia.