lunes, 23 de mayo de 2016

~2~ Rabia

Y me cabrea. Y me desarticula.
Me destruye y me sublima.

Pero ante todo, me realiza.
Aquello que tiempo atrás decidí ignorar, aquello de lo que me libré de manera que nunca más tomara parte en mi vida.
Aquello, sólo aquello... era capaz de volver con semejante fuerza, con semejante rabia.
Aquello que trataba de olvidar, de enterrar y arreglar.

Aquello se levantó de su tumba, feroz, sólo para acabar enterrado de nuevo, como las veces anteriores, con breves paletadas. En un montículo de tierra arenosa y frágil, a poca distancia.
Aquello alzó su garra repleta de costras y sarpullidos, inflamada y con sangre seca.
Alzo su garra y arañó el aire, como un gemido mascullante.
Como una elegía a la libertad...

De una manera burda, tosca y febril, me abandoné a su tacto, a su enfermedad y su pasional agarre.
Me abandoné a la ira con el oscuro sueño de destruir. Con la triste convicción de que no ocurriría así.

Me abandoné a la ira por el desacato a la razón, por la vista y pulmones nublados tras la espesa niebla del odio, del resentimiento y la vergüenza.
Me abandoné a la idea de aquel ángel vengador que traería la muerte y la justicia inmoral sobre todo y sobre todos.

Pero nunca pude escapar de la idea de todo aquello que me revolvía las entrañas, que quemaba mis manos y aceleraba mi corazón.

Y su meta era suponer su vileza. El desgarrador incentivo en el que bullía todo aquello.

La idea de sentirse vivo de nuevo.
La idea de sentir la sangre correr nuevamente por sus venas, de saltar y golpear, de gritar, de aullar.

Pero ante todo, de ser uno de nuevo, de completar el cíclico sistema autodestructivo que inflamaba mi carne y hervía mi corazón. Y aquel monstruo, aquella vileza que dormitaba en mí... era hermosa.
A su modo era una criatura de incalculable valor que atesoraba con el afecto de un padre. Aquello no era una parte de mi, era una parte de todo y todos que mascullaba por despertar y tomar control sobre mi. Aquello era radicalmente yo.

Y yo me amaba y odiaba a partes iguales.

Aquello era todo lo que yo deseaba, aquello que repudiaba.

lunes, 2 de mayo de 2016

Nada de esto fue un error, uooh... ¿O sí?

De un tiempo a esta parte, dentro de la cultura del manganime nos vemos asediados una y otra vez por los mismos esquemas de desarrollo y orientación en cada una de estas obras con, por supuesto, honrosas excepciones, pero... ¿La regla del punto medio en Japón para el anime ha sido encontrado más cerca de uno de los extremos?

No debería sorprendernos, Japón tiene una cultura distinta a la occidental en general, y quienes consumimos en mayor medida obras de esta horquilla de entretenimiento animado ya sabemos de qué pies cojean y cómo.
Y aunque en algunos puntos entiendo que también tiene que ver que sea meramente una cuestión del punto de vista cultural, voy a tener que obviar algunos de estos datos en pro de la comprensión general.



Es un hecho que siempre ha de haber un protagonista que sea algo bobalicón, que tenga o vaya conociendo a unos compañeros o amigos que sean más animados, que tiene que haber por manual una muchacha mona que se acabe saliendo con la suya, una mosquita muerta que no abra demasiado la boca, un rival de moral ligeramente dudosa pero honorable frío y borde, un enemigo cuyas pretenciosas metas sean muy visibles... etc

Y al margen de que estos clichés de personajes orientados al shonen sean repetitivos, no sólo se encuentran aquí, puesto que obras de diversas temáticas tales como acción, aventura, comedia, drama o romance tienen los mismos esquemas, cambiando (o no) géneros y números.


No vengo a descubrir América ni mucho menos, pero la variedad de temáticas y de orientaciones, de personajes y de personalidades está fuertemente limitado en un método que funciona y que el espectador medio se traga sin sentir ni cuestionar, y ese extremo ha llegado al punto de permitir y dignificar sus carencias como una parte de aquello-que-no-saben-que-es, pero que los hace únicos.

En esta horquilla entrarían las tipificadas y clónicas series de idols japonesas, muy de moda de unos años hasta aquí.
Y es que en estas series no pasa nada, ni su evolución es una propiamente dicha ni el interés del espectador ni del creador está en ellas. Es una excusa para presentarte la mayor cantidad de niñas monas con varios cambios de vestuario haciendo cualquier tipo de actividad (juntas o medio juntas o separadas) en la que todas comparten una parte de su vida, una actividad, una afición o una idea, y eso, pese a todo, les une.

El resto es una telenovela barata de engaños, discusiones, carantoñas y un desfile de moda a lo Pretty Woman eterno, en el que las voces agudas y los chillidos constantes de dobladoras sobreexcitadas puestas de LSD y cocaína vierten sus pulmones frente a los estudios de grabación mientras les sangran los oídos a los orientadores de las cabinas.

Y es que el doblaje es otro punto bastante negativo en la tipificada "serie habitual" del manganime japonés. Todo se magnifica y todo se exagera hasta el punto en el que parece que es hasta importante.
Se que esto es parte de una cultura que quiere que cada detalle sea explicado concienzudamente, aunque sus espectadores ya lo hayan visto diez veces en los diez minutos anteriores y ya sepan que les van a contar en el minuto once.
Esto no es problema del doblaje exclusivamente, por supuesto, es del guión y la argumentación de cada serie y cada director, pero se extiende a ello y te hace aún más pesado el desarrollo.


Lo mismo pasa en los anime de acción/aventura del momento.
Un desarrollo lento, una pasarela de conflictos (muchas veces sin explicar ni razonar) en los que hacen relucir algunos aspectos de una parte oculta de nuestros protagonistas que no sacaban a relucir por lo que fuere; ser un mago muy capaz, un maestro del yoyó, un corredor nato o un experto en el manejo de la espada.
Cualquier excusa vale para descubrirte a un personaje que, sin nada especial, de repente y sin motivo alguno, descubre una habilidad innata que maneja como nadie y que va a explotar al máximo para llegar al final de temporada (o de serie) y superar una serie de obstáculos salvándole la vida a la compañera coñona con voz de pito de turno.

Compañera coñona a la que sin duda más hubiera valido dejar caer al foso de tiburones, al precipicio del fin del mundo o morir sepultada bajo el peso de las esquirlas de aquel edificio derrumbándose.

Y no es por crueldad.
Si en algo se caracterizan estos personajes es en no agradecer nada, hasta que no sea estrictamente necesario, y básicamente porque quieren algo a cambio, que suele ser que les correspondan con lo mismo que pidan.


De cualquier manera, siempre existe la luz en medio de toda la oscuridad.
Tras biombos de voces estridentes y personajes principales anormales, con perdón por los anormales, de secundarios sin interés, de excusas de guión y telenovelas baratas adaptadas, siempre hay algo decente.

Por supuesto, ese "algo decente" siempre está empañado por estos contras, y es que nadie se libra de la alargada mano del mercado, pero es algo que "pese a ello" y no "gracias a ello" se deja ver.

No es mucho, lo admito, lo sé.
No es excesivamente bueno, lo admito, lo sé.

Y por esas pequeñas píldoras de normalidad en un mundo ficticio rodeado de locura y drogas duras, por esas pequeñas dosis de sensatez e ideas interesantes con un desarrollo, por esas es por lo que vivo cada día.




Tenéis que entender esto como algo relativamente subjetivo.
Quiero decir, puedo sacarle todo el jugo de lo bueno que tiene X serie, pero también sé sacar toda la pus que se intenta mezclar entre el zumo.

Lo único que queda por discernir es el nivel de tolerancia de pus en tu bebida.