jueves, 28 de febrero de 2013

#7 Harto

Harto de todo.
Harto de la gente, harto de la historia, harto de los errores, harto de las victorias, de las derrotas, de la hipocresía, de la culpabilidad, de la vergüenza, del rechazo, del vicio, de la decepción, de las expectativas, de las letras, las imágenes...

Harto de un sistema social que oprime a quien no se adapta, harto de una sociedad que ahoga al adaptado para que, como un fardo, meterlo en su saco, harto de la hipocresía que rezuma cada minúscula parte del mundo, cada parte que se relaciona con los demás, cada palabra, es un tributo a la mentira colectiva...

Harto de la gente, harto de que debas ser idiota para sumarte al resto, que tengas que compartir gustos, que tengas que compartir opinión, hobbies, fracasos, éxitos... Ahora todo es trabajo en grupo, necesitan alinearse, convertirse en una masa única que se miente a sí misma para parecer una de esas personas. La más fuerte, la más influyente, gana y todos copian. Del pensamiento único que caracteriza al ser humano, como indivíduo, como persona... Eso ya no existe.

"No eres tu trabajo,
no eres cuanto dinero tengas en el banco,
no eres el coche que conduces,
no eres el contenido de tu cartera,
no eres tus pantalones...
Eres toda la mierda cantante y danzante de este mundo."

TheFightClub


sábado, 23 de febrero de 2013

Mentiras y gordas

Somos lo que no soportamos ver en los demás.
Esto es así, nos gusta mentirnos, y esto no es una excepción en las relaciones sentimentales. Por eso buscamos una pareja que tape los agujeros de nuestra cabeza, que supla lo que no somos, de la misma manera que podamos suplir lo que en su cabeza pueden ser fallas.
Esas piezas no siempre casan y mucha gente quizá no piense en ello como una ciencia exacta, un si o si, una verdad absoluta, pero la verdad es que buscamos un ideal, no una mujer que nos complete. El ideal de que esa persona sea realmente útil.

De una manera racional y algo egoísta, se podría decir que la competencia de elegir semejante estupidez recae en nosotros mismos, que es culpa de nuestras elecciones y que buscamos la manera más fácil de sentirnos menos culpables.

Esto no es del todo cierto, pero tampoco creo que sea falso, sin duda.
Buscamos una manera de escaparnos de nosotros mismos, una manera de mentirnos a nosotros y a los demás sobre cuanto y de que manera seremos capaces de sobrevivir. Hablo en un sentido metafórico, está claro. Pero también es cierto que podríamos llegar a confundir esa sensación de desasosiego, de necesidad urgente de tener cerca a alguien, de que esa persona no carece de problemas y no está exenta de soportar tus propias cargas junto a las suyas. Quizás a eso lo llaman amor.

Quizás a eso se refieren cuando suplican "te quiero mucho" y obtienen la misma súplica. Una pérdida de esa magnitud significa abordar de nuevo tus carencias y seguir odiando al mundo de la misma manera que tu odias tus propios defectos en el resto del mundo.

Creo que no hay mejor persona que comprenda lo que significa y entraña una pareja que una persona que no la tiene. Porque quizá nosotros no somos los únicos que pensamos que después de haber escarbado alrededor de la mierda, acabamos por volvernos exigentes.


Lo peor, sin duda alguna es acabar cayendo en la quimera de saber, que no hay nadie lo suficientemente bueno para suplir tus carencias... O dicho de otra manera, aguantar otros problemas que no sean los tuyos. Preferimos aguantar el peso de la mierda de otros que de la mierda propia, y como si fuera una amante enloquecida, nos quemará de sus fotos, de su vida y si puede, de sus recuerdos.

Es triste como según pasan los años, uno decide dedicarse por entero a recuperar aquello que perdió. Como una compañera sentimental atada a tu cintura obligada por ley a aguantar tu propia mierda contigo. Y cada día me convenzo más firmemente, por desgracia, de que cuando pierdes una pieza del puzzle, no vuelves a encontrarla nunca. No hay más piezas iguales. No existe reclamación.


jueves, 7 de febrero de 2013

- Chizuru -





Hay un personaje que soy incapaz de leer en tu carta. 
Necesito oírlo de tu boca. 

El blanco que no está hecho para el eco de un suspiro. 
A pesar de ser rescatado por un vacío cielo coloreado. 
Quiero olvidarme de respirar, a veces. 
Incluso la fuerza es complicada para rogar que se seque. 

Dormir se transforma en espinas mientras cantas "inclinándote al mañana". 
La restricción que se enroscó alrededor de su cuerpo. 
Incluso la mente parece dormir. 
El calor que afecta a tus mejillas era apacible. 
Un sueño de una templada sombra, coloreada, que era atenuada en la distancia. 

Mi ojo está reflejado en ti. 
Incluso si el día deja de tener constancia de si vuelves. 
Todo ello ha sido incinerado en tus ojos. 
Todos los días el sol se filtra a través los árboles hacia el otro lado. 
No me tomes. 

El blanco que se agita y emborrona. 
Las palabras son olvidadas. 
Las lágrimas flotan en alguna parte. 
Di mi nombre. 
La oscuridad rota te abraza. 
Da miedo tener que dejar suelto algo más que eso. 
Canto al otro lado donde tu estás. 
El latido causa un inestable golpeteo en el oído. 
No puedo recordar el calor que debería haberse esfumado en tus mejillas. 
En realidad, es un color tan frío como la bruma dejando de relucir. 

Mil plumas muy pequeñas. 
Me acurruco a tu deseo. 
La cara sonriente no puede volver. 
Los últimos momentos de mis recuerdos cuentan como un suspiro. 
Tu voz es escuchada. 
La mañana cuando todo está perdido. 

"Dos personas que no son empleadas como una sola".

martes, 5 de febrero de 2013

El Amor


(...) Pensé lo siguiente: «Conoceré a alguien que me quiera con todo su alma los trescientos sesenta y cinco días del año». Estaba en quinto o sexto curso de primaria cuando lo decidí.

- ¡Que fuerte! -exclamé admirado-. ¿Y lo has logrado?

- No es tan fácil como creía -reconoció Midori. Reflexionó un momento contemplando el humo-. Quizá sea por haber esperado tanto tiempo, pero ahora busco la perfección. Por eso es tan difícil.

- ¿Un amor perfecto?

- ¡No hombre! No pido tanto. Lo que quiero es simple egoísmo. Un egoísmo perfecto. Por ejemplo: te digo que quiero un pastel de fresa, y entonces tú lo dejas todo y vas a comprármelo. Vuelves jadeando y me lo ofreces. «Toma Midori. Tu pastel de fresa» me dices. Y te suelto: «¡Ya se me han quitado las ganas de comérmelo». Y lo arrojo por la ventana. Eso es lo que quiero.

- No creo que eso sea el amor -le dije con semblante atónito.

- Si tiene que ver. Pero tú no lo sabes -replicó Midori-. Para las chicas, a veces esto tiene una gran importancia.

- ¿Arrojar pasteles de fresa por la ventana?

- Si. Y yo quiero que mi novio me diga lo siguiente: «Ha sido culpa mía. Tendría que haber supuesto que se te quitarían las ganas de comer pastel de fresa. Soy un estúpido, un insensible. Iré a comprarte otra cosa para que me perdones. ¿Que te apetece? ¿Mousse de chocolate? ¿Tarta de queso?».

- ¿Y que sucedería a continuación?

- Pues que yo a una persona que hiciera esto por mí la querría mucho.

- A mi me parece un desatino.

- Yo creo que el amor es eso. Pero nadie me comprende. -Midori sacudió la cabeza sobre mi hombro-. Para un cierto tipo de personas, el amor surge con un pequeño detalle. Y, si no, no surge.

- Eres la primera persona que conozco que piensa así.

- Me lo ha dicho mucha gente.- Se toqueteó las curtículas de las uñas-. Pero yo no puedo pensar de otro modo. Estoy hablando con el corazón en la mano. Jamás he creído que mis ideas sean diferentes de las de los demás, ni lo busco. Pero cuando digo lo que pienso, la gente cree que bromeo, o que estoy haciendo comedia. Todo acaba dándome lo mismo.
(...)



Fuente: Tokio Blues
Norwegian Wood

Dreaming #3 / Salt in the Wounds

Era una noche fría, oscura, sin luna, y aunque hubiera, las nubes hubieran ocultado cualquier rastro de luz igualmente. Bajo una espesa niebla, que se depositaba en el reducido pinar que se adentraba ladera arriba, el silencio era absoluto, no se oía pisada alguna, no se escuchaba el batir de alas de algún cuervo, algún lobo merodeando o conejo saltando de su madriguera en busca de algo de comida.
El silencio era absoluto incluso en la mansión que se alzaba imponente, en un claro del bosque de pinos y abetos jóvenes, achaparrada, llena de ornamentos en su estructura, recargada de por sí con columnatas pegadas a la pared, y poyetes suntuosos y opulentos.
Al igual que las ventanas y columnas, la puerta lucía columnas más pequeñas, blancas, o grises, según. Hojas de parra se enredaban en los bajos de la puerta pesada de madera, roble quizás, pero cualquiera lo hubiera adivinado en la penumbra en la que estaba sumida. Junto a ella reposaba en el suelo una campana de latón, desgastada y roída, cubierta de una capa de polvo y suciedad, como si hubiera anidado algún día alguna golondrina, y hubiera caído con el peso del cubículo. llevaba un camino de tierra blanda, cubierta por zonas ralas de hierba y arbusto según avanzaba hasta perderse en la oscuridad... o hasta un pequeño punto iluminado de forma tenue. Como un resplandor distante, casi una mentira. Entre unos arbustos, en un respiradero, más allá, adelante del camino de tierra blanda y mal cuidado se enterraba un parapeto de ladrillo grueso, en el cual una joven, rodeada de pantallas y con un micrófono manos libres observaba y tecleaba de forma delicada, casi imperceptible, temiendo perturbar el sueño silencioso que envolvía al bosque.

En la mansión achaparrada, de unas tres plantas, con numerosos muebles tapados con sábanas, polvo y fragmentos del estucado de la pared y el techo repartidos por el suelo de frío mármol.
Dentro de una de las numerosas habitaciones hay tres jóvenes, un chico con media melena que le tapa los ojos, en la completa oscuridad; una chica con el pelo largo, recogido en una cola de caballo en la nuca y otro joven, mayor y corpulento con ropas anchas y pelo corto. El brillo entrecortado y mortecino del propio mármol en contrapartida con la oscuridad del exterior de las ventanas.
Parecen ajetreados, se mueven con celeridad y silencio completo de un lado a otro de la estancia, moviendo cajas y monitores apagados de un lado a otro, con urgencia.
La tensión es ciertamente palpable, hablan en rápidos murmullos, ungidos por algún tipo de temor.

En el cubil de ladrillo, más allá de los muros color hueso apagado de la mansión aplastada, delante de la joven apostada comienzan a pasar todoterrenos, negros, con los cristales tintados, los faros apagados y sin hacer apenas ruido con sus grandes y pesadas ruedas en el blando camino salpicado de matojos. Como heraldos de la noche, tan oscuros y silenciosos como ella, parecían acudir del mismo infierno, jinetes de la muerte, con sus grandes fauces entreabiertas. Exhalando vapor caliente y tóxico hacia dentro, consumiendo oxígeno con avidez.

La joven marca un número con desesperación y llama a través del manos libres.
En el piso bajo de la mansión  medio hundida, el joven de media melena se lleva la mano al oído y escucha en silencio.
-... ... ...* ¡Corred!* -zzZZz- ..salir de ahí... ZZZ Rápido! zzzZZZZZ*
-¨¿Que? ¿Por que?
Tras escasos segundos, el joven, con el labio temblando de nerviosismo, evacua al resto de los ocupantes de la estancia, a la voz de "Ya vienen" "Llevaos lo que podáis" mientras se deslizan ágilmente entre cajas y puertas, recogiendo y con urgente y creciente miedo se dirigen a la puerta trasera de la casa, semi oculta tras unos arbustos altos que nunca nadie se molestó en cortar.

Se precipitan fuera de la mansión, con algunos bártulos en las manos, expectantes, y sin aliento, pisando la blanda tierra salpicada de césped que otrora hubiera estado cuidado. Callan. En el más absoluto silencio de la noche, su respiración parecía un desafío a la propia naturaleza de la noche, una perturbación de la tranquila y paciente oscuridad que parecía envolver el mundo entero.
En el silencio oscuro y denso, como la niebla que recubre las ramas más altas de los pinos cercanos parece haberse oscurecido, por deseo de algún ente maligno. Asustados, inquietos...
Pero hay un segundo silencio, un silencio denso, espeso y goteante, un silencio que lentamente consume tu paciencia, tu cordura y tu alma. Un silencio perturbador y caótico que penetraba y calcinaba. El silencio mediocre que hasta ahora parecía que reinaba se retiraba hacia un segundo plano hasta desaparecer. Como un enorme depredador oscuro, con unas fauces cubiertas de baba, de aliento más frío que el hielo, con los músculos en máxima tensión a punto de saltar sobre su presa y despedazarla.

Al dar el primer paso renqueante, lleno de dudas y miedo, el primer rugido y unos enormes faros delanteros y unos focos adicionales en el techo de un todo terreno negro como la obsidiana, desprendiendo un aura de malignidad, un halo de oscuridad y muerte, como un enviado divino de sufrimiento cegando a sus presas, divertido por jugar.
Una tras otra, se encienden más y más focos, cegándoles, obligándoles a tirar las cajas para taparse los ojos y asirse a algún punto que no estuviera inundado de aquel brillo divino que parecía salido del mismo infierno.
Los amenazantes todo terreno oscuros han desaparecido, tras los potentes haces de luz, fusionados con la oscuridad, en el miedo y la desesperación. Alimentándose de ellos, con las fauces salivando, hambrientos. Atónitos, la luz penetra incluso en sus párpados cerrados con fuerza, mientras sienten como la pared de la casa se fusiona en un fondo blanco, brillante y doloroso, y observan como las sombras de sus compañeros se difuminan cada vez más, hasta desaparecer, envueltos en aquel haz de luz asesina. Y después, silencio.

Un silencio vacío, pero más lleno que antes, en la completa oscuridad, la niebla rozando y deshilachándose de la cima del lóbrego pinar, oscuro y deprimente, un silencia que entra hasta lo más hondo de la casa, y recorre las habitaciones más recónditas. Dejando de nuevo el fondo de oscura y silenciosa quietud, regida por la luna inexistente, dada la espalda, mientras el mundo se sume en la oscuridad creciente mientras despojos deshilados de una presencia mayor dejaba unas invisibles y confusas huellas. En aquella mansión achaparrada y descolorida, recargada y vacía ya sólo moraba el espíritu de la ira divina... Mientras la pared de mármol refulgía débilmente por la súbita ola de luz, en el claro de pinos y abetos, quemando tiempo.

lunes, 4 de febrero de 2013

#6 Evolución

Me siento raro. Como si hubiera alcanzado una especie de ser humano superior... He alcanzado un nivel de comprensión mundano superior... y me siento desasosegado por lo triste que me resulta conocer la verdad. ¿Nunca has experimentado algo como eso?
En nosotros mismos está el potencial de convertirnos en lo que deseemos o intentarlo, pero el potencial innato del hombre es avanzar hacia la evolución.
Si tu no avanzas, ¿quien lo hará en tu lugar? ¿Alguien más sería capaz de soportar esa carga? ¿Esa evolución?
Siento como el mundo se queda atrás, como la humanidad entera se niega a avanzar.
Si esto fuera una revelación, ¿no sería digno que alguien tomara las riendas de sí mismo y esbozara un nuevo eslabón de la cadena?