miércoles, 19 de febrero de 2014

Argumentación en discusiones - Critico-racionalidad de razonabilidad

Una visión crítica-racional de la razonabilidad

Palabras como "racional" y "razonable" están a la orden del día en el lenguaje ordinario. A menudo no es claro lo que se supone exactamente que deben significar, e incluso si es claro, el significado no siempre es consistente.
Una dificultad adicional es que los sentidos en que estas palabras son empleadas tampoco están definidos de manera precisa. En el uso ordinario su definición no es necesaria, pero si habremos de utilizar estas palabras técnicamente, tenemos que decidir lo que significan. Este es particularmente el caso en el estudio de la argumentación, donde se hace un intento sistemático por indicar si una argumentación es o no válida. Los términos razonable y racional juegan un papel crucial aquí, ya que la evaluación de la validez es puesta en las manos de un "crítico racional que juzga razonablemente".

Para comenzar con las definiciones de diccionario, el Oxford English Dictionary distingue los siguientes significados de "razonable":


1. Dotado de la facultad de razón; racional
2. En concordancia con la razón; no irracional o absurdo
3. Proporcionado
4. Que posee un criterio sensato; presto a escuchar la razón, sensible
5. Dentro de los límites de la razón, ni mucho más ni mucho menos de lo que se considera probable o apropiado; moderado; de una cantidad o tamaño justo, promedio o considerable, etc.
6. Claro
7. Que requiere el uso de razón



Los significados "proporcionado" (3), "claro" (6), y "que requiere el uso de razón" (7) no son muy relevantes en este caso, tampoco lo es el (5) en el sentido de que "el clima estuvo razonable" o "mi español es razonable". Por tanto, debemos limitar nuestra atención a los otros significados (descritos en 1, 2 y 4).
Excluyendo significados hoy en día obsoletos y aquellos que se reducen a ciertas disciplinas como la física y la matemática, el mismo diccionario distingue los siguientes significados del epíteto "racional":


1. Que tiene la facultad de razonamiento; dotado de razón
2. De, referente a, o con base en razón o en razonamiento
3. En concordancia con la razón; no insensato, absurdo o extremo.


Dejando de lado algunas diferencias sutiles, puede apreciarse que existen correspondencias claras entre los significados relevantes de la palabra "razonable", por un lado, y la palabra "racional", por el otro. La diferencia principal entre "racional" y "razonable" es generalmente la que existe entre "el uso de la facultad de razonamiento" y "el uso sensato de la facultad de razonamiento".

En este sentido, debemos utilizar el término racional para el uso de la facultad de razonamiento y el término razonable para el uso sensato de la facultad de razonamiento. Pese a que esta terminología se deriva del uso del lenguaje ordinario, al mismo tiempo clarificamos, de un modo regulador, los significados de ambos términos por medio de definiciones estipulativas. Después de todo, la diferencia de significado entre estas dos palabras en el lenguaje ordinario es más difusa y las palabras son a menudo utilizadas indistintamente.

Al distinguir de este modo entre racional y razonable, adherimos a una distinción filosófica tradicional indicada habitualmente por los términos alemanes verständig y vernünftig.
Por desgracia, incluso muchos escritores científicos confunden a veces el significado de Verstand y Vernunft, pero nosotros trataremos de distinguir de forma consistente entre racional en el sentido de "con base en razonamiento" y razonable en el sentido de "hacer uso sensato de la facultad de razonamiento".
Según nuestro uso de estos términos, la racionalidad es una condición necesaria de la razonabilidad, pero no automáticamente una condición suficiente.

La cuestión es ahora la del contenido exacto de razonabilidad en el sentido del uso sensato de razonamiento. El proceso de investigación científica es usualmente percibido como el parangón de la razonabilidad. A pesar de que hoy en día se señala que elementos irracionales juegan un papel importante en el desciframiento de teorías científicas, muchos epistemólogos aún consideran el proceso de investigación científica como el prototipo de una discusión racional propositiva y como la forma más pronunciada de un intercambio razonable de ideas. Es, por ende, natural empezar a responder nuestra pregunta examinando la forma en que los filósofos de la ciencia que han reflexionado mucho al respecto, definen razonabilidad.
Esto, sin embargo, genera más problemas de los que uno podría haber esperado. Discutiremos sólo algunos de ellos, que son los más relevantes para nosotros.

Diversos filósofos de la ciencia que se ocupan de metodología de la investigación han intentado darle más sustancia al término razonabilidad, al indicar cuáles reglas y criterios tienen que cumplirse en la solución de un problema científico. Al hacer esto, a menudo asumen que el proceso de resolución de un problema científico puede ser considerado como la conducción de una discusión científica.
Según Habermas (1971), el propósito de una discusión científica de este tipo es llegar a un consenso intelectual. Las reglas que tienen que ser cumplidas en una discusión científica están basadas en las convenciones de la tradición científica y en los acuerdos intersubjetivos.

De Groot (1984) ubica la razonabilidad del método científico en el hecho de que se hace un intento por llegar a un consenso por medio de la argumentación en una discusión crítica.


El consenso se debe alcanzar en lo que de Groot llama el "foro" de científicos o eruditos. Los problemas que los investigadores confrontan no pueden ser resueltos con la aplicación de reglas y criterios metódicos definidos de manera precisa e infalible, puesto que tales reglas y criterios sencillamente no existen. Desde luego, reglas y criterios pueden ser, hasta un cierto punto, establecidos, pero nunca son suficientes. Según de Groot, los investigadores tendrán aún finalmente que proponer argumentos que sean convincentes para el foro y los argumentos son convincentes solamente si satisfacen la idea de razonabilidad compartida por el foro científico.
Es lamentable que, según de Groot, sea imposible indicar exactamente quién pertenece al foro.

Aunque esto parezca un problema puramente práctico, es, de hecho, un obstáculo mayúsculo porque la construcción teóriconormativa de un foro implica una apertura total. Todos los expertos relevantes tienen que estar habilitados para participar en la discusión y un proceso de autoselección debería garantizar la calidad de sus participantes. La identidad de los miembros de esta comunidad de discusión puede ser determinada solo hasta cierto punto en la práctica.

Algunos filósofos consideran necesario distinguir entre más de un foro: cada foro está conectado con un tipo de problema científico o forma de plantear una pregunta. De hecho, una mejor forma de resolver el problema de pertenencia al foro científico parece ser abordarlo desde la dirección contraria, determinando primero cuáles reglas de discusión imponen y luego examinando cuáles investigadores cumplen estas reglas.

Desde luego que, con seguir este enfoque, el problema de razonabilidad no se soluciona.
En la filosofía moderna de la ciencia, se asume muchas veces que hay más de una metodología científica. Muchos se oponen a la sugerencia de que es posible establecer una serie de reglas metodológicas que sean absolutamente razonables.
Ideológicamente, esta sugerencia está generalmente conectada con una forma de pensamiento teleológico que asume que hay una escala objetiva de razonabilidad con límite absoluto y final.
Hoy en día, estas especulaciones son ya solamente formuladas raras veces por filósofos, pero, aún así, a menudo es fácilmente asumido que los problemas son resueltos una vez se pasa del criterio y reglas metodológicas al criterio de argumentación sensata y a las reglas de discusión del foro.

Un vistazo al estudio de la argumentación es suficiente para dejar claro que cambiar de esta forma el problema no lo soluciona así no más. Filósofos de la ciencia que piensan lo contrario tienen una confianza exagerada en la capacidad de solucionar problemas que tiene la teoría de la argumentación.
La situación es, de hecho, más bien complicada, porque, por otro lado, hay también filósofos de la ciencia que desestiman el alcance y el rango de la teoría de la argumentación. Ellos tienen un parti pris a favor de hacer una distinción principal entre afirmaciones descriptivas y normativas y consideran, además, que los juicios normativos nunca pueden ser objeto de una discusión razonable. 

Muchas veces se piensa que los deseos, preferencias y juicios de valor están basados únicamente en preferencias subjetivas. Al restringir de este modo la razonabilidad, los positivistas y otros que se adhieren a esta opinión relegan discusiones acerca de deseos, preferencias, y demás a un segundo plano: son discusiones que no cumplen la norma de razonabilidad.
Esta limitación de la noción de razonabilidad da rienda suelta a aquellos en la política, por ejemplo, que no están interesados en mantener la razonabilidad. Más aún, les brinda un pretexto para no usar argumentación y blinda sus puntos de vista de la crítica.

En nuestra opinión, no hay una justificación a priori para expresar deseos, objetivos y otras tomas de posición que impliquen que un juicio de valor sea inapropiado para una discusión razonable.
La tarea de teóricos de la argumentación es explicar cómo la norma general de razonabilidad puede, en todos estos casos, ser cumplida en una discusión crítica.

lunes, 17 de febrero de 2014

El saber y la aventura

Dos motivos por los que el ser humano no racionaliza sus opciones en pro de una escasa calidad de pensamiento y raciocinio. Una calidad y cantidad pobre y decadente.

Una libertad inocua que pugna por convertirse en el objeto final del producto que ofrece a sus allegados. Una mentira, una cerca de espinas que rodea su integridad social con la fuerza de un martillo pilón. Machacandose día a día a sí mismo.


¿No pensáis en el por qué la gente acaba por convertirse en aquello que no quería ser?
Las circunstancias, el devenir de la vida, la experiencia...
Todo son excusas frente al impagable saber que conforma el trato consigo mismo.

Mucha gente decide que aceptarse es un camino demasiado complicado para llevarlo a cabo y que la apropiación de otras cualidades y costumbres es un método mucho más sencillo de conseguir la felicidad personal.
Poco realista, poco creíble y muy poco aconsejable.

La vida, la experiencia y las circunstancias sólo son las pruebas que el camino que tú eliges llevar como tu filosofía de vida te impone como pruebas de voluntad. Como formas de ver la vida de diferentes prismas y considerar sabiamente qué es real, que ficticio, moral o inmoral... para discernir si tus convicciones son lo suficientemente fuertes o tu moral lo suficientemente resistente.

Y mientras no seas capaz de elegir según una honesta manera de vivir de acuerdo con tus prioridades, tus deseos y tu integridad personal, no serás capaz de dar la cara por nada porque te faltará convicción.

Piensa seriamente en qué punto de tu vida quieres acabar de contar tu realidad, porque en ese punto, será exactamente en el que mueras.
Como persona.
Perderás tu total identidad en aras de forjar y crear una nueva, falsa.

La gente te conocerá por esa identidad, pero nunca conocerán el verdadero rostro de la persona con la que se relacionan.
Porque has sido lo suficientemente cobarde y mentiroso como para olvidarte de tí mismo. Encerrarte y encadenarte porque preferiste elegir el aceptamiento social a tu propia asimilación.

¿Quieres una verdad absoluta en la forma de desarrollarte como ser humano?
Yo te voy a dar una verdad absoluta: Eres gilipollas si la buscas.

lunes, 10 de febrero de 2014

El Atizador de Wittgenstein

En los comienzos del año académico de 1946/47, recibí una invitación del Secretario del Moral Sciences Club, de Cambridge, para leer un artículo sobre algún ‘rompecabezas filosófico’. Sin la menor duda, se trataba, a todas luces, de la formulación de Wittgenstein, y tras ello estaba la tesis filosófica wittgensteiniana de que no existen genuinos problemas en filosofía, solo rompecabezas lingüísticos. Comoquiera que esta tesis era una de mis aversiones favoritas decidí hablar sobre “¿Existen problemas filosóficos?”.
Comencé mi artículo (...), expresando mi sorpresa por haber sido invitado por el Secretario a leer un artículo ‘que estableciera algún rompecabezas filosófico’: y señalé que, al negar implícitamente que existiesen problemas filosóficos, quienquiera que hubiera sido el que escribió la invitación había tomado partido, quizá involuntariamente, en una cuestión creada por un genuino problema filosófico. 

Innecesario es decir que aquello estaba pensado tan solo como una introducción desafiante y un tanto impetuosa a mi tema. Pero en este punto, Wittgenstein saltó con grandes voces y, a mi parecer, enojado, dijo: ‘El Secretario hizo exactamente lo que se le dijo que hiciera. Actuó según mis propias instrucciones.’
No tomé en cuenta este incidente y continué: pero resultó que al menos algunos de los admiradores de Wittgenstein, que se encontraban en el auditorio, sí lo tomaron en cuenta, y en consecuencia tomaron mi observación, expresada a título de broma, como una seria queja contra el Secretario. Y lo mismo le ocurrió al propio Secretario, como es patente en las actas, en las que registra el incidente, añadiendo una nota: ‘Esta es la forma de invitación del Club.’ 

No obstante, continué diciendo que si yo pensara que no había genuinos problemas filosóficos, no sería ciertamente un filósofo: y que el hecho de que muchas personas, o quizá todas, adoptaran irreflexivamente soluciones insostenibles para muchos o, quizá, todos los problemas filosóficos, proporcionaba la única justificación para ser filósofo.
Wittgenstein saltó de nuevo interrumpiéndome y habló largo y tendido acerca de rompecabezas y de la no existencia de problemas filosóficos. En un momento que me pareció apropiado le interrumpí y presenté una lista que tenía preparada de problemas filosóficos, tales como; ¿conocemos las cosas a través de nuestros sentidos?, ¿obtenemos nuestro conocimiento por inducción?
Wittgenstein rechazó estos problemas por ser más lógicos que filosóficos. Me referí entonces al problema de si existe el infinito potencial, o quizá incluso el actual, problema que rechazó por ser matemático. (Este rechazo se reflejó en las actas.)
Mencioné entonces algunos problemas morales y el problema de la validez de las reglas morales. En este punto, Wittgenstein, que estaba sentado junto al fuego y había estado jugueteando nerviosamente con el atizador, que a veces usaba como batuta de director para recalcar sus afirmaciones, me desafió: ’¡dé un ejemplo de una regla moral!’, y yo repliqué: ‘no amenazar con atizadores a los profesores visitantes.’ tras lo cual, Wittgenstein, en un acceso de rabia, tiró el atizador y abandonó furioso la habitación, dando un portazo.

jueves, 6 de febrero de 2014

#20 Discusiones

No es habitual tener conversaciones profundas.

Discutimos mucho en nuestros tiempos, pero esas discusiones pueden parecer irrelevantes. Si nuestras disidencias pasan por cuales son tus colores favoritos o cual es el mejor equipo de baloncesto, no obstante no obtendremos otro placer que argumentar por argumentar sin fundamentos ni razones que la propia subjetividad.
Porque en definitiva, quien sea de un equipo lo defenderá igualmente aunque sean unos mancos y a quién le guste la ropa de color rojo le importará una mierda que el morado o verde esté de moda.

Sin embargo, estas superfluas discusiones nos muestran un arte asentado en la naturaleza humana desde sus orígenes.
El ser humano gusta de defender sus ideas, argumentar a su favor y sentir la libertad de sentirse poseedor y dueño de lo que piensa.

Hoy por hoy este arte está en desuso, más por un uso totalmente inadecuado y superficial que por una sobreexplotación del mismo.
Donde cada individuo piensa en sus palabras como simples armas arrojadizas con las que, diciendo muy poco, quieren valerse para aparentar decir mucho más y dejan caer de soslayo una impoluta base de pura ignorancia.

Los antiguos filósofos griegos también discutían de pequeñeces (Aristófanes, coloca en tono de broma las discusiones filosóficas de la época sofista pero termina interpelando al público que no se discuta sobre la justicia y la injusticia porque todos somos injustos y ninguno está en derecho de pregonar qué es la justicia). Las pequeñeces podían transformarse en grandes discusiones e intentar cambiar el mundo aún desde la risa.

Quizá podamos pensar otros espacios, otros tiempos y otras maneras más humanas de ver al ser humano y lo que le rodea.
Hoy por hoy, seguimos siendo como monos.


lunes, 3 de febrero de 2014

Veo mucho potencial, pero está desperdiciado.
Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas, o siendo esclavos oficinistas.
La publicidad nos hace desear coches y ropa, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos.
Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos, no hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida.
Crecimos con al televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas de rock.
Pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados.

"El Club de la Lucha"