martes, 28 de abril de 2015

When the water breaks

Vivía en un pueblo pequeño, rodeado de verdor y no muy lejos del bosque de suaves arbustos y altos y majestuosos árboles, que se estiraban hacia el cielo, en un vano intento de alcanzar con sus brillantes hojas el firmamento y envolverlo con su cálido color, ahogando en el proceso las ínfimas y escuetas raices de árboles más jóvenes, que purgan por absorber un poco de luz solar.

En medio de esta marabunta de colores, vida y sombras se encontraba, luchando por abrirse paso hacia un pésimo sendero que había descubierto al tropezar por enésima vez con una de tantas raíces nudosas de los árboles más viejos y carcomidos por el tiempo.


Se levantó refunfuñando y volvió a reanudar su avance, ya con nulo entusiasmo. Tenía el pantalón roto y sucio, gracias o por culpa de pequeñas ramas que sobresalían malintencionadas. La camiseta de manga corta, rajada por todo lugar imaginable y, como no, sucia.
En la cara le caían mechones de pelo negro, revuelto, que entorpecían la visión de sus ojos, negros como el ónice, que miraban nerviosos a todos los lados, como buscando un culpable, al tiempo que rebuscaba en sus bolsillos, buscando algo, sin éxito.
Bufó, contrariado.

Llevaba mucho tiempo perdido por allí, intentando salir, buscando senderos que estuvieran medianamente transitados. pero era otoño y aún pronto para que los pastores pasaran al monte.
Había salido de casa maldiciendo su linaje y a todo cuanto encontraba por su camino, hasta que llegó al comienzo del mar de árboles, y se dijo que iría allí, simplemente para poder odiar en silencio, sin estorbos.

Comprendió su estupidez al internarse tanto allí demasiado tarde. Creyó saberse conocedor de todo lo que le rodeaba y si se había logrado mantener había sido por suerte. Había ido allí a colmar su ira y ahora ésta le había abandonado, dejando, sin embargo, un hueco negro en el fondo de su alma. Ya no sabía ubicarse, ni ya digamos salir de esa pesadilla. Ya hacía bastante tiempo que no comía.


Resopló una vez más y siguió adelante, pasando del falso sendero.
Siguió maldiciendo y andando hacia delante, cuando de súbito cayó al suelo como un saco. Otra raíz. Enterró el rostro entre los brazos, exhausto.

Nada tenía sentido. ya le daba igual, estar de pie o tumbado siempre iba a acabar en el duro y húmedo suelo. Tenía hambre... tanta hambre... Llevaba mucho tiempo allí. No tenía señales de vida a su alrededor. Ya nadie se paraba a admirar la belleza del bosque en su conjunto. Ahora que estaba ya dentro de él lo identificaba como una celda perfecta, cuyas armas se complementan a la perfección, haciendo de él una prisión inexpugnable, pero sólo para incautos que, como él se adentraban demasiado. Ahora, su innumerable verdor lo cubriría, con una luz aterciopelada y dorada, el ocaso.

Casi sintió cómo las lágrimas nacían de sus ojos y se derramaban por sus mejillas, y este acuoso contacto le dolió más que todo en este mundo. No podía moverse. Intentó mover un brazo y levantarse pero el cuerpo no le respondía.
Intentó gritar, desesperado, ppero lo único que salió de su garganta fué un gañido débil que murió en sus labios.


Se tranquilizó casi de inmediato, y pensó que ese era su destino, su final, el único que merecía, pues estaba seguro que el suyo era morir solo, sin nadie.
Su último pensamiento estaba dirigido a un ángel que anteriormente le había dirigido su vida, recomponiendola, solo para subirle a lo más alto del cielo y soltarlo desde allí, a una caída sin fin. su angel, ahora por siempre perdida...

---------

Algún tiempo después, unos pastores que reabrieron los senderos para poner a pastar a sus ovejas al otro lado se encontraron la construcción hecha por manos no humanas más extraña de su vida.


Las enredaderas se habían enrollado en torno al cadáver del jóven, sepultándolo bajo una miríada de hojas verdes brillantes, ocultándolo de las miradas ajenas.
Dos árboles habían crecido a cada lado del rollo de enredaderas y lo presidían con unas ramas que se entrecruzaban entre sí formando una vidriera vegetal.
Las raíces sobresalientes de ambos árboles habían elevado el raro féretro improvisado por las enredaderas un metro, las enredaderas también ascendiendo por su suave y liso tronco formando palabras extrañas e imágenes.

A los pies de los dos grandes colosos y su gigantesca vidriera, que reflejaba con sugerentes brillos y matices verdosos la imagen representada de un Ifrit, un alma ígnea errante, había todo un manto de hierbas aromáticas muy diversas, cuyo olor llenaba el aire del lugar, purgando silenciosamente al culpable.



En medio del pequeño claro, una lápida de caliza dura y bien conservada frente a la tumba se erigía como un testigo mudo del entierro, en la que habia tallada la imágen de una mujer llorosa, y de sus cuencas vacías manaba agua transparente y cristalina que se derramaba por los contornos y relieves de la figura, acababa regando todo el monumento, haciendo calles avenidas en miniatura, nutriendo el conjunto de plantas, manteniendo con vida una representación hermosa y a la vez horrenda de la muerte.

#27 Vamos...

Vamos a ser todos igual de tristes. Igual de parcos.
Vamos a tener un fondo oscuro, un origen tormentoso.
Vamos a ir mendigando atención, consuelo y felicidad.
Vamos a mecanizar nuestra necesidad.
Vamos a fingir los agradecimientos.
Vamos a depender exclusivamente de terceros.
Vamos a relativizar absolutamente toda nuestra felicidad y provecho personal en base a donaciones.
Vamos a triunfar por la vía del nini'smo.

Es la sociedad del hoy, el futuro de la sociedad.
Es nuestro oficio de provecho, nuestro declive. Es todo lo que nunca quisimos ser pero nos hemos acostumbrado a conformamos. A nuestra vocación por no ser nadie.
Por subirnos a un tren del que todo el mundo sabe dónde acaba y por dónde empieza.

Vamos a politizar nuestra conducta.
Vamos a luchar por nuestras lúgubres fantasías creadas por una necesidad vacía y gris.
Vamos a ser lo que nunca debimos ser... lo que nunca pensamos ser... Y vamos a excusarlo de cualquier manera posible.
Vamos a ser vosotros.
Vamos a jugar con todo lo que nos hace una raza superior. Y vamos a apostarlo por un presente difuminado y mediocre que decimos, necesitamos.

miércoles, 15 de abril de 2015

#26 Veneno

Veneno.
Corre por mis venas como si fuera gasolina. Quemándo y desgastando las vías, corrompiendo mis entrañas, atrofiando los músculos, los huesos... Deformando el cerebro y construyendo defensas en torno a supersticiones, oscuros recovecos del alma, alimentando el odio y acariciando el resentimiento.
Como el veneno, inundando las venas, acelerando el corazón, pudríendo cada centímetro de mi cuerpo y mente... Sólo al servicio de un bien mayor. Al servicio de la autopropaganda de la ira personal. Alimentada por mil causas, enfocada por una sola...

Hacía mucho tiempo que no se calentaba y hervía tanto semejante ponzoña en mi interior. Tanto tiempo que no golpeaba mis sienes con fuerza como si quisiera salir e invadir mi piel también.
Hacía mucho tiempo que me sentía a salvo del mundo. Que sentía que el resto, pese a sus fallos personales, había superado su propia idiotez.
Supongo que el principal idiota es aquel que espera a la evolución sentado.

Y como el veneno, verdoso y agridulce, empapa mis sentidos hasta hacerme estremecer. Es un sentimiento tan burdo, tan doloroso... y a la vez tan placentero y justificado. Un sentimiento que había olvidado y que no necesitaba. Pero parece que está bien tenerlo de vuelta, aunque sólo sea unos momentos. Unos instantes.